Carmen
y Ana caminaban por el parque en el que se conocieron hará ya cinco años. Nunca
se separaban, solamente para ir al baño (aunque ya se sabe lo que dicen de las
mujeres y el ir juntas al servicio…).
-Carmen, estoy cansada… ¿me
puedes acompañar a casa?
-¿Y eso? – preguntó
preocupada.
-No sé… Además noto como que
estoy algo mareada – comentó bastante hastiada de caminar.
Sin decir una palabra más se dirigieron hacia la salida del
parque. Ana se sentía mal, cansada, como sin fuerzas pero no quería preocupar
en abundancia a Carmen, así que no dijo nada. Cuando salieron del parque se
dirigieron a casa de Ana. Allí, con algo de preocupación, Carmen se fue.
Nada más entrar en casa quería comer. Sacó una tableta de
chocolate que tenía en el frigorífico. Sabía que no debería hacerlo… se iba a
arrepentir… pero, tenía tanta hambre… necesitaba morder esa tableta de
chocolate y así frenar su ansiedad.
Sonó el teléfono móvil. Era el WhatsApp. Abrió la aplicación
y en el apartado de chats apareció el
nombre de Luis. No sabía qué hacer. Desde que quedaron la otra noche, hace casi
tres meses, y pasó lo que tenía que pasar no habían vuelto a hablar de nada.
Pero,
¿qué la ocurría? Una fuerza interior se apoderaba de ella y necesitaba correr…
correr hacia el baño. Seguramente, ese era el motivo por el que se encontraba
tan mal en el parque: necesitaba vomitar. Ya llevaba casi un mes vomitando sin
más, después de cada comida, después de cada cena. Todo la sentaba mal.
Ana
salió de sus pensamientos cuando comenzó a sonar el móvil de nuevo, pero esta
vez era una llamada. La cogió sin mirar el nombre y una voz masculina sonó al
otro lado de la línea:
-Hola Ana. ¿Qué tal estás?
-Bien – respondió de
manera antipática.
-Me alegro. ¿Por qué no
has llamado para vernos de nuevo?
-…
-¿Hice algo mal cuando
quedamos esa noche?
-…
-¿Ana? – dijo preocupado
Luis.
-Lo siento, es que me
encuentro mal. Acabo de vomitar y… llevo unos días con náuseas…
-¿No estarás…? – preguntó
asustado Luis sin dejarla terminar – tomamos las precauciones necesarias…
-No. Seguro que no. Lo sé.
Hasta luego.
Y sin dejar tiempo a que Luis contestara se tiró en el sofá.
Sabía que no podía contarle lo que sucedía. El descanso no duró mucho tiempo,
ya que el timbre de su casa hizo que Ana tuviese que levantarse.
-¡Hola hermosa! ¿Me dejas
pasar o qué?
Carmen
venía muy arreglada, más que de costumbre. Estaba guapa, demasiado. Tenía mucha
envidia de su cuerpo y eso no lo podía negar.
-Venía para invitarte a
cenar y luego salir a tomar una copa y… ¡no acepto un no por respuesta! Te
espero aquí, arréglate – exclamó ansiosa Carmen.
La
ingeniosidad de Carmen era una maravilla pero cuando hablaba tan deprisa la
ponía de los nervios. Caminó hacia la habitación y abrió el armario. No sabía
qué ponerse. De repente, una gran depresión se instaló en su estado de ánimo.
Se le saltó una lágrima que pronto nadó por su mejilla. Llevaba un mes
complicado, se veía últimamente más gorda, con la barriga hinchada… No podía
contárselo a nadie, ni a Luis, ni a Carmen… ¿Qué pensarían de ella? No podía
hacer que los demás cargaran con ese peso. Creía que ni siquiera acudiría al
médico… total… para qué…
Lentamente empezó a probarse cosas, pero nada le valía; y si
le valía algo no se veía bien con ello puesto. Maldita barriga… Tenía que disimularla
como fuese. Pero tenía hambre… mucha hambre… Optó por ponerse un vestido
bastante ancho de gasa, aprovechando que era verano y resultaba más normal
llevar algo de esas características.
De repente, interrumpiendo el ritual apareció Carmen en la habitación.
Le faltaba el maquillaje pero Carmen ya se encargaría de eso porque consideraba
que era un poco lenta a la hora de arreglarse.
Ya
en el baño un vahído hizo que la cara de Ana fuese pintada por completo de
carmín. Lo único que debería estar pintado, sus labios, se pusieron de un color
morado muy sospechoso. Carmen, asustada, la tumbó en el suelo con los pies en
alto y llamó a la ambulancia.
Cuando llegaron al hospital la metieron en una sala. Carmen,
sola, asustada, llamó a Luis. Creía que debería saber lo que le pasaba a su
amiga. Llegó Luis desesperado justamente cuando el médico dio paso a su
veredicto:
-¿Sois los acompañantes de
Ana?... Miren…
-¿Qué la pasa? ¿Es un
bajón por embarazo? ¿Está bien? – gritó eufórico Luis.
-Calma Luis, tranquilízate
– contestó Carmen.
-No está embarazada. La
paciente tiene un grave problema. Tiene un trastorno alimentario. Tiene
bulimia.