¿Cuál
es la fiebre del siglo XXI? Muchos pensarán que lo es el dinero, la política o
quizás ese mundo de ilusiones y sueños que nos creamos a medida que la vida
avanza sin pausa. Sin embargo, puedo afirmar que lo que realmente está acabando
con el mundo es la envidia.
El
ser humano no se contenta con lo suyo propio sino que también tiene que
adueñarse obligatoriamente de lo que es de otra persona. A veces ese ímpetu de
conseguir algo ajeno hace que las personas sean cuanto menos “ineptas”. La
envidia nos hace ser seres egoístas que no piensan en los sentimientos y las
necesidades de los demás. Y como decía alguna de las frases que me inculcaron
como lema en el colegio: “Vive y deja vivir” o “Mi libertad acaba donde empieza
la del otro o cuando invades la de otra persona”.
¿Por
qué siempre aspiramos a lo que no tenemos en vez de ser seres conformistas?
Sinceramente, no lo sé… Solamente soy consciente de que nos pasa a todos y cada
uno de nosotros. Si no es porque quieres el pelo liso porque lo tienes muy rizado,
es que tienes envidia de los rizos de la chica de clase que es tan guapa, con
ojos azules y sonrisa preciosa. El problema no es realmente ese (a lo que
llaman “envidia sana”), sino que esa “envidia sana” trasciende y acaba
produciendo ira, celos y, en muchas ocasiones, maldad.
Homo homini lupus:
este dicho latino tiene toda la razón. “El hombre es un lobo para el hombre” y
quién diga lo contrario miente. El ser humano no puede quedarse sentado viendo
como a otra persona le va bien la vida si él mismo no tiene cierto éxito y se
siente satisfecho (casi nunca). Cuando alguien se siente así actúa de manera
agresiva y amoral contra la otra sin importar el daño que pueda ocasionar o
pueda producir.
Con
todo esto solo puedo decir que el ser humano no piensa en consecuencias,
solamente actúa… y, a veces, antes de actuar hay que pensar. Como dijo una vez Bertie
Charles Forbes: “Actuar sin pensar es como disparar sin apuntar”.
Hago
de verdad un llamamiento para que seamos mejores, que seamos conscientes de
todo lo que hacemos y de que una simple palabra malsonante puede hacer trizas a
alguien. Un llamamiento a la cordura y a la generosidad. Todos somos iguales,
sin excepción. El éxito se gana con valor, con paciencia y con esfuerzo, no con
malos actos.