miércoles, 18 de mayo de 2016

Y ¿si no es la correcta?





        Una decisión. Solo puedes elegir una de las dos opciones. Miras tu mano y ahí están, expuestas. A primera vista parecen iguales e incluso piensas el porqué no puedes elegir las dos. Pero ahí sigues, pensando cual de las dos escoger.


        No puedes echar un vistazo a ninguna de las dos para estar más seguro de cual elegir. Tienes que arriesgarte. ¡Pero si son iguales!


        Intentas echarlo a suertes, ya que tu cabeza no te deja escoger ninguna de las dos. Es tan difícil… Lo echas al “pito, pito, gorgorito” pero cuando vas a escoger una de las dos te paras, como si un hilo finísimo te lo estuviera impidiendo y piensas: ¿y si no es la correcta? La vida es así… Y suspiras. La vida está llena de decisiones que hay que tomar y no puedes impedirlo.


        Con las palmas de tu mano haces una especie de balanza para intentar acertar cual pesa más de las dos. Pero… ¡mierda! Las dos pesan por igual. Muchas de las decisiones de tu vida van a parecer y pesar lo mismo en ti, pero siempre hay que escoger una… Es triste pero es así. Pensarás: ¿Y si luego me arrepiento?


        Ese es el riesgo que hay que correr. Por fin parece que te decides por una, tragas saliva. Sabes que si elijes una jamás podrás probar la otra (o al menos de momento). Y sin saber la razón, de repente, tu cabeza piensa lo que se puede perder con la otra opción, y vuelves a dudar.


        ¡Joder! ¿Por qué será tan difícil? ¡Es realmente una bobada!


        Entonces, por un arrebato acabas eligiendo la contraria a la que tu instinto había escogido… Solo te queda rezar porque no sea de vómito, sino de tutti fruti.

lunes, 9 de mayo de 2016

Raquel





 Una canción. En su sencillez era hermosa. Una filosofía que parte de un nombre. Aunque, realmente, ¿qué es un nombre? Un nombre es un conjunto de letras con un único sentido: identificar a alguien dentro de un TODO. Pero el detalle más importante es que es la manera de llamar, por ejemplo, a una persona determinada. Muchas veces, incluso, podemos coger asco a un nombre por la persona que lo lleva (o amarlo). Con lo cual, un nombre es mucho más de lo que creemos. De nuevo el poder de la palabra nos inunda.


Ya lo escribió William Shakespeare en su obra Romeo y Julieta. Un debate entre familias, entre personas. Muchos se quedaron en una historia de amor que acaba mal, pero para mí hay mucho más que eso: la importancia de un nombre o de un apellido. La posibilidad de marcar tu destino por estar identificado de una manera determinada ante los demás.


Un pasaje clave de esta obra es la escena del balcón (muy conocida), en la que Julieta nos da la clave de lo que un nombre es capaz de hacer en la vida de una persona.


Escena II, Acto II:

                    Julieta

Sólo tu nombre es mi enemigo. Tú
eres tú mismo, seas Montesco o no.
¿Qué es Montesco? La mano no, ni el pie,
ni el brazo ni la cara ni cualquier otra parte
de un mancebo. ¡Si otro fuese tu nombre!
¿En un nombre qué hay? Lo que llamamos rosa
aun con otro nombre mantendría el perfume;
de ese modo Romeo, aunque Romeo nunca se llamase,
conservaría la misma perfección, la misma,
sin ese título. Romeo, dile adiós a tu nombre,
pues que no forma parte de ti; y, a cambio de ese nombre,
tómame a mí, todo mi ser.


Es por esto que una canción que parte de un nombre es simplemente maravillosa por la esencia; por la esencia que esconde un nombre, como la de la rosa.

 
Yo me llamo Raquel, y Jorge Drexler ha visto esa esencia en una persona que lleva mi nombre (para escuchar la canción --> AQUÍ). Gracias.