lunes, 14 de noviembre de 2016



        
       
        TÚ… que haces más fácil todo;
        que haces que mis días sean más amenos.
        TÚ… que me haces sonreír aunque todo esté mal;
        aunque no tenga fuerzas para nada.


        TÚ… que me regalas tu sonrisa, tu mirada y tu cariño.
        TÚ… que me abrazas y haces que se me olvide todo,
        todo lo malo, todo lo que me preocupa.
        TÚ… la persona de la que no puedo prescindir.


        TÚ… la persona sin la que ya no puedo imaginarme un día.
        TÚ… la persona a la que echo de menos a cada hora,
        minuto y segundo.
        TÚ… que me has hecho llorar de nostalgia, de alegría
        y también de tristeza cuando no tengo tu compañía.


        Hay una canción que dice: “No sé dónde voy a dar sin ti”…,
        y rápidamente se puede aplicar a esta historia.
        Te siento a veces tan lejos y te quiero tener tan cerca…;
        quiero tener tu compañía todo el tiempo que pueda.


        TÚ… que llegaste tan de repente, como un aguacero,
        como un relámpago…
        TÚ… la persona a la que no esperaba, pero de la que
        ahora ya no me quiero separar.
        TÚ… que no eres las mariposas que siento en mi estómago,
        sino la tormenta que siento en mi corazón.
        
  
        TÚ… la persona perfecta… para MÍ.
        TÚ Y YO. NO HAY MÁS.

domingo, 17 de julio de 2016

Me salen las rimas




Porque quererte iba a ser uno de mis objetivos, pero ahora que callas tanto… ya no sé si otorgas; ya no sé si merece la pena querer quererte o simplemente querer estar contigo. Las fuerzas se agotan y me siento ridícula.


¿Por qué tuviste que venir con tus lindos ojos y tu amplia sonrisa? ¿Por qué tuviste que venir con tu amable conversación y tus elogios de “a ratos”? (esos que ahora no tengo y tanto echo de menos).


Ha sido muy poco tiempo, lo sé, casi ni me había dado cuenta de lo que me importas, y puede que por eso tampoco te hayas dado cuenta tú.


No te conocía y es cierto que no lo había notado… pero también lo es el hecho de que ya sin ti, sin tus charlas, no es lo mismo. Porque cada vez que me saludas se me pone una sonrisa en la cara y me late deprisa el corazón. Porque cada vez que estás cerca no puedo pensar con claridad… porque… no sé por qué.


Aunque no sea recíproco no me enfadaré… Puede que llore, salte o me maldiga. Odiaré tu sonrisa, tus ojos y tu forma de mirarme. Odiaré cómo se moverá tu boca, cómo me sentiré si me rozas y lo que me dirás al hablar. Odiaré que me gustes y que ya no pueda más.


Sin embargo, como dicen unas rimas que no son mías pero que bien podrían serlo:



“Odio cómo me hablas y también tu aspecto. No soporto que me mires así. Aborrezco que leas mi pensamiento. Me repugna tanto lo que siento que hasta me salen las rimas. Odio que me mientas y que tengas razón. Odio que alegres mi corazón, pero aún más que me hagas llorar. Odio no tenerte cerca y que no me hayas llamado. Pero sobre todo odio no poder odiarte, porque no te odio, ni siquiera un poco… nada en absoluto”.




*La cita entre comillas forma parte de la película americana Diez razones para odiarte.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Y ¿si no es la correcta?





        Una decisión. Solo puedes elegir una de las dos opciones. Miras tu mano y ahí están, expuestas. A primera vista parecen iguales e incluso piensas el porqué no puedes elegir las dos. Pero ahí sigues, pensando cual de las dos escoger.


        No puedes echar un vistazo a ninguna de las dos para estar más seguro de cual elegir. Tienes que arriesgarte. ¡Pero si son iguales!


        Intentas echarlo a suertes, ya que tu cabeza no te deja escoger ninguna de las dos. Es tan difícil… Lo echas al “pito, pito, gorgorito” pero cuando vas a escoger una de las dos te paras, como si un hilo finísimo te lo estuviera impidiendo y piensas: ¿y si no es la correcta? La vida es así… Y suspiras. La vida está llena de decisiones que hay que tomar y no puedes impedirlo.


        Con las palmas de tu mano haces una especie de balanza para intentar acertar cual pesa más de las dos. Pero… ¡mierda! Las dos pesan por igual. Muchas de las decisiones de tu vida van a parecer y pesar lo mismo en ti, pero siempre hay que escoger una… Es triste pero es así. Pensarás: ¿Y si luego me arrepiento?


        Ese es el riesgo que hay que correr. Por fin parece que te decides por una, tragas saliva. Sabes que si elijes una jamás podrás probar la otra (o al menos de momento). Y sin saber la razón, de repente, tu cabeza piensa lo que se puede perder con la otra opción, y vuelves a dudar.


        ¡Joder! ¿Por qué será tan difícil? ¡Es realmente una bobada!


        Entonces, por un arrebato acabas eligiendo la contraria a la que tu instinto había escogido… Solo te queda rezar porque no sea de vómito, sino de tutti fruti.

lunes, 9 de mayo de 2016

Raquel





 Una canción. En su sencillez era hermosa. Una filosofía que parte de un nombre. Aunque, realmente, ¿qué es un nombre? Un nombre es un conjunto de letras con un único sentido: identificar a alguien dentro de un TODO. Pero el detalle más importante es que es la manera de llamar, por ejemplo, a una persona determinada. Muchas veces, incluso, podemos coger asco a un nombre por la persona que lo lleva (o amarlo). Con lo cual, un nombre es mucho más de lo que creemos. De nuevo el poder de la palabra nos inunda.


Ya lo escribió William Shakespeare en su obra Romeo y Julieta. Un debate entre familias, entre personas. Muchos se quedaron en una historia de amor que acaba mal, pero para mí hay mucho más que eso: la importancia de un nombre o de un apellido. La posibilidad de marcar tu destino por estar identificado de una manera determinada ante los demás.


Un pasaje clave de esta obra es la escena del balcón (muy conocida), en la que Julieta nos da la clave de lo que un nombre es capaz de hacer en la vida de una persona.


Escena II, Acto II:

                    Julieta

Sólo tu nombre es mi enemigo. Tú
eres tú mismo, seas Montesco o no.
¿Qué es Montesco? La mano no, ni el pie,
ni el brazo ni la cara ni cualquier otra parte
de un mancebo. ¡Si otro fuese tu nombre!
¿En un nombre qué hay? Lo que llamamos rosa
aun con otro nombre mantendría el perfume;
de ese modo Romeo, aunque Romeo nunca se llamase,
conservaría la misma perfección, la misma,
sin ese título. Romeo, dile adiós a tu nombre,
pues que no forma parte de ti; y, a cambio de ese nombre,
tómame a mí, todo mi ser.


Es por esto que una canción que parte de un nombre es simplemente maravillosa por la esencia; por la esencia que esconde un nombre, como la de la rosa.

 
Yo me llamo Raquel, y Jorge Drexler ha visto esa esencia en una persona que lleva mi nombre (para escuchar la canción --> AQUÍ). Gracias.

jueves, 31 de marzo de 2016

Dibujos en el cristal





Una niña ansiosa. Una niña miraba por la ventana inquieta. Eran las ocho y diez de la mañana. Los viajes en autobús parecía que se la hacían eternos. Un contagioso bostezo hizo que otras cinco personas que allí se encontraban empatizasen con ella. 


Por su cara, debía pensar que no le compensa nada eso de ir en autobús; era un transporte demasiado lento para su gusto. Esto de que su familia tuviese en el pueblo una casa rural e hicieran una comida casi todos los fines de semana era bastante aburrido. Apenas había niños y no podía jugar con nadie, ya que su hermana era bastante más mayor que ella y los temas adolescentes, al menos de momento, no los controlaba. 


La lluvia caía sin cesar; no daba tregua a los habitantes de la ciudad.Escañaba con fuerza y la mirada de la gente se clavó en la niña con pelo castaño y empapado que ocupaba el asiento de atrás junto a una señora. Ella le hablaba sobre la comida italiana y sus secretos: que si la salsa se debe hacer con los ingredientes cárnicos, que si el queso debería ser parmesano para dar más sabor a la pasta… 


De repente, como en un impulso divino o una ola arrebatadora proveniente de las musas, la niña empezó a dibujar con su dedo en el cristal con visión opaca por culpa  del contraste entre el calor humano que impregnaba el autobús y el frío del ambiente invernal. Y como si de una artista se tratase, comenzó a diseñar un mural que pronto pudo ser descifrado. Unas cuantas claves de sol salieron de forma mágica de su dedo índice. Iba borrando y volviendo a dibujar en los espacios de cristal que aún estaban disponibles. 


Sin comerlo ni beberlo, la señora se dirigió de nuevo a la niña para reprocharle su falta de atención. La niña preguntó que cuántas paradas faltaban para poder bajarse. Deseaba bajar de ese autobús lo más pronto posible para no perderse en la televisión su película favorita: La dama y el vagabundo. La mujer de pelo canoso y gafas bastante llamativas le indicó que la siguiente parada era la suya y la niña saltó cual resorte para pulsar el botón de stop que había junto al asiento. 


    Un frenazo del conductor hizo que el nombre de la niña resonase en medio de todo el autobús alertando a sus pasajeros, mientras con un brazo se evitaba el accidente:


- ¡¡¡Juliaaaa!!!


   De repente, se despertó sudando. Ese sueño venía a su cabeza alguna que otra vez. Siempre se despertaba en el mismo instante, cuando su abuela chillaba su nombre. Puede que el sueño formase parte de su subconsciente, pero no podía evitar pensar que un mal presagio anunciaba.