Ella
entró en casa y se sentó en el sofá. Estaba muy cansada por lo que se quedó
traspuesta nada más apoyar la cabeza en el respaldo. Al poco tiempo se despertó
por culpa del teléfono… ese teléfono que hacía mucho que no sonaba: nadie la
llamaba. Por un momento Julia dudó si cogerlo, pero al fin contestó:
-¿Sí?...
-Hola Julia. Soy Pedro. ¿Qué tal estás?
Su mirada se perdió en la nada intentando
dar una explicación a lo que estaba sucediendo. ¿Cómo una persona que te ha
dejado tirada como una colilla puede llamarte después de tanto tiempo como si
nada hubiera pasado?
-Julia… ¿estás ahí? – repetía Pedro con
confusión.
-Sí, sí… perdona. Pues como siempre, y ¿tú?
-Bien, pero ese “como siempre” no suena muy
convincente. ¿Quieres quedar y hablamos de cómo nos va la vida?
No daba crédito a lo que estaba escuchando
al otro lado de la línea telefónica, pero tenía que dar una respuesta rápida y
concisa.
-Sí, por supuesto. ¿Cuándo quieres quedar?
-Pues esta misma noche. Si te viene bien,
claro…
-Vale.
-Pues a las nueve me paso por tu casa.
Seguro que recuerdas cuál es mi cena favorita. Hasta luego, guapa.
¿Con qué derecho la hablaba de esa manera
después de tanto tiempo? No pudo reaccionar a su última contestación porque
inmediatamente colgó el teléfono. Eran las seis de la tarde y estaba agotada,
aunque menos mal que pudo dormir un poco antes de que el teléfono sonase.
Últimamente ese trabajo de cocinera en el restaurante Federico la tenía agotada. No salía de la cocina hasta las 4 y pico
de la tarde y cuando salía a la calle parecía que hace mucho que no veía el
sol. Normalmente llegaba a casa, se duchaba y se tumbaba en el sofá a jugar con
el ordenador o a revisar todas sus redes sociales, en las que, ya sin ninguna
sorpresa, no había novedades.
Y pensar que todo empezó por ir al cine de
verano con su sobrina… Lorena había insistido mucho para ir a ver La dama y el vagabundo ya que era su
película favorita. Julia, como buena tía, tenía que ceder. Allí es donde por
casualidad conoció a Pedro. Él había ido también con su sobrino, Lucas, a ver
la película. Cuando los dos niños se juntaron no quedó otro remedio que hablar
con el adulto que acompañaba a ese niño tan pequeño de ojos verdes. Era muy
guapo y “no hay mal que por bien no venga”. Intentó llevárselo a su terreno con
su gran especialidad: la comida italiana.
-¿Sabes que trabajo en el nuevo restaurante
italiano del pueblo?
-¿En Federico?
– preguntó sorprendido.
-¡Sí! Y, ¿sabes qué? La especialidad de la
casa, casualmente, son los spaguetti con
albóndigas, como en esta película.
-¿Enserio? ¡Es mi comida favorita! – gritó sorprendido;
tanto que algunos niños de los presentes se quejaron.
-Sí, así que si quieres algún día te los puedo
preparar.
-Eso está hecho – dijo con ilusión Pedro.
Y así pasaron los días. ¿Quién podría
pensar que dos personas pueden empezar una relación por unos spaguetti con albóndigas? Después de
unos meses intensos juntos todo salió bastante mal así que Pedro, sin mucho
criterio, decidió dejar de hablar a Julia de repente. No tuvo justificación
alguna pero esa noche, a las nueve, se la pediría de una vez por todas.
Los spaguetti
estaban casi listos y seguro que se podía oler hasta en el rellano. A Julia le
encantaba inspirar el olor de la salsa con la que luego embadurnaría el plato.
Un último repaso, se mezcla la pasta con las albóndigas en salsa… y ¡listo! Justo sonó el timbre y
tuvo que abrir a toda prisa si no quería que la cocina acabase incendiada.
Pidió un momento antes de meterse en la cocina y al minuto el plato estrella
estaba en la mesa.
La velada fue intensa y divertida pero todo se torció cuando Pedro con un movimiento bastante brusco intentó besarla. Ella lo evitó e hizo la pregunta que nunca tuvo respuesta.
-¿Por
qué me dejaste sin más? Necesito una explicación.
Se despertó de golpe y vio que eran las
ocho de la tarde. Había dormido demasiado, así que luego se tomaría un té de
esos de “bien dormir”. Pero, ¿qué había soñado? ¿Con Pedro? Creía que lo tenía
más que asumido, pero a veces el subconsciente traiciona. Estaba a punto de
tener su respuesta, esa respuesta que ansiaba con tanta fuerza, pero tenía que
asumir que nunca la tendría.
Se levantó del sofá y comprendió que el
restaurante Federico le traía
demasiados recuerdos, sobre todo cuando cocinaba la especialidad de la casa.
Hola Raquel, me ha gustado mucho y me ha hecho mucha gracia –en el buen sentido–la descripción de tu perfil. Creo que la nostalgia es un "mal" que nos acosa a todos, jeje. Y Julia no se libra, pobre. ¡Bienvenida al mundo bloguero! Yo llevo unos meses pero aún me considero "novato" en algunas cosas, espero que tengas una buena travesía en este mundillo! ; )
ResponderEliminarMuchas gracias por tu ánimo y reflexión sobre mi propio relato. Me pasaré por tu blog. Un saludo :)
EliminarUmmm un gran relato, me dejas con ganas de saber más. Intrigada me tienes. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte :) Quizás este relato se convierta en algo más grande. Me encanta saber que te ha intrigado. Un saludo :)
EliminarUna relato muy tierno, ojalá que de este salga una historia digna de ser contada. Un abrazo Rachel =)
ResponderEliminarMuchas gracias Sergio. Seguro que será una buena historia. Un beso :)
EliminarYo también quiero saber porque la dejó!!!! Interesante y nostálgico relato. Me gustó!! Saludines.
ResponderEliminarPD. Amo esa escena de La Dama y el Vagabundo.
La verdad es que cuando escribí este relato me quedé con ganas de seguir con más y dar respuestas a muchas preguntas que me habéis inspirado. Creo que este relato puede formar parte de algo más grande que me voy a proponer a medio plazo.
EliminarGracias por comentar y por leerme :)
P.D.: A mí también me encanta esa escena.
Me siento muy identificada con este personaje. Al igual que Julia, he tenido alguno de esos sueños de los que lamentas despertar, y que no te dejan pasar la página de una antigua historia. Me encantaría, para variar, conocer ña historia desde el otro lado de la experiencia. ¿Qué pasa con Pedro?
ResponderEliminarCuando hice el personaje de Julia pensé que era una persona muy susceptible de sentirse identificada. Yo también me he sentido así, con un sueño que te descoloca los esquemas y hace que no pases página.
EliminarMe alegro de que en el fondo (o no tan en el fondo) te sientas identificada.
Pues Pedro, ya se verá que pasa con él. Aunque ya hay una pista en otra entrada, y que descoloca los esquemas a quiénes lo hayan sabido ver. Pero próximamente puede que cuente el oto lado de la experiencia.
Un relato fantástico, Raquel. Me ha atrapado de sobremanera por su encanto, fluidez y frescura. Como si de la realidad se tratatá, he vivido junto a Julia ese inminente encuentro con Pedro, encuentro que ha resultado ser fruto de su sueño y del recuerdo que evoca a la protagonista su trabajo y ese rico plato especial de la casa. Por cierto, la relación con mi mujer empezó con unos tortellini con salsa de roquefort.
ResponderEliminar¡Saludos, compañera!
... tratatá! Jajaja... Jo, con el móvil... (tratara, of course)
Eliminar;)
Me alegro mucho de que te haya despertado interés este relato. La verdad es que lo hice con todo mi amor y con una entrega momentánea. Gracias por vivir así la literatura. Y qué curioso lo de tu mujer y los tortellini. Me alegra de alguna manera que lo que narro en realidad haya surgido.
EliminarUn saludo Edgar. Hasta otro escrito de mi diario.
P.D.: en mis entradas antiguas se pueden sacar muchas cosas a veces; muchas gracias por verlo :)
Pues como ya han dicho por aquí, es curioso que se cree un vínculo por hablar de pasta, pero claro, muchas veces cualquier pequeña cosa termina desencadenando lo más inesperado. Una pena que ella tenga que dejar su trabajo para evitar los recuerdos.
ResponderEliminar¡Un saludo Raquel!
Por supuesto, muchas veces no sabes que te depara el... destino, el... azar... Tema de mi entrada "La delicadeza" en forma de carta. Es una pena que algo que te hace feliz al fin y al cabo se convierta en algo que te recuerda lo que no quieres recordar.
EliminarUn saludo José Carlos :)!
Y es que a veces necesitamos saber esos motivos, aunque nos duelan, creo que es justo. Buen relato, Raquel, espero que siga la historia.¡ Besitos!
ResponderEliminarPues sí. Hay veces que esos motivos y esas razones hacen que tengamos una espinita clavada dentro y que no nos deja continuar con nuestra vida como quisieramos.
EliminarNo te preocupes, tengo un proyecto con esta historia y la entrada "Congreso de ojos azules" entre mano.
Gracias por leerme.
Un saludo! :)
El subconsciente siempre traiciona, pero también nos hace ver donde estamos, ¿no?
ResponderEliminarAl menos miremos la parte positiva, ;)
Me ha gustado mucho Raquel, es fluido, cotidiano y real como la vida misma.
Pero si que me gustaría mucho saber el, ¿por qué?
Un abrazo!!! :)
Claro. El subconsciente a veces nos traiciona pero a veces es necesario saber en qué punto nuestra cabeza está a algunas cosas u otras.
EliminarMuchas gracias por leerlo. Me alegro mucho de que te haya gustado!
Un saludo :D
me encanta mui entretenida mui realista un saludo cielo un besazo
ResponderEliminarGracias :)
Eliminar